domingo, 20 de abril de 2008

Crónica reposada de la Maratón de París (2ª parte)

Dicen que nunca segundas partes fueron buenas, y no lo decimos por esta crónica, sino por la carrera en sí, porque a los superclase les da lo mismo 3 que 33, pero a los que no lo son/somos tanto los kilómetros pesan en esta parte de la competición.

Y hubo de todo. A la lista de resultados ya publicada de nuestros corredores nos remitimos, algunos de los cuales hicieron unos tiempos excelentes, por debajo de las tres horas, que ya es correr. Otros unos diez minutos después, otros unos veinte, y en tercer lugar se situó un último grupo con tiempos menos espectaculares, pero da lo mismo, porque después de tantos kilómetros importa mucho poder llegar al final.

Si tuviéramos que citar un punto negro del recorrido, éste se situaría entre los kilómetros 25 y 30, porque aunque el circuito va junto al río Sena todo el tiempo, en este momento se tienen que cruzar cuatro túneles, un verdadero subeybaja que corta el ritmo, el primero de los cuales especialmente largo y con mala iluminación, que los corredores aprovechan no sabemos bien por qué, para empezar a gritar, como si se tratase del ataque a un ejército enemigo al que se quiere impresionar de este modo.

Si lo pensamos bien, todos somos enemigos de todos en esos momentos, porque quien más quien menos quiere quedar en un buen lugar, aunque los intentos de vanidad en una carrera multitudinaria como ésta se van pronto, ya que para un corredor medio son unos cuantos miles los que entran antes que él, pero bueno, son las reglas del juego.

La parte final transcurre por el gran parque del oeste de París, el Bois de Boulogne, inmenso, impresionante por su tamaño y su vegetación, siempre acompañados por el público, al que nunca se agradece bastante su ánimo, especialmente en los kilómetros últimos. Y sobre todo cuando se enfila nada menos que hacia la avenida Foch, que es una de las doce que desemboca en el Arco del Triunfo, donde tiene la salida y la llegada.

Pero es todo tan inmenso, que en esta amplia y elegante avenida la organización dedica detrás de meta una zona de avituallamento y recuperación impresionantes, con toneladas de alimentos, especialmente frutas frescas y secas, pastas y otras, y decenas de miles de botellas de agua, bebidas isotónicas o zumos.

Al lado equipos de asistencia médica, zona de masajes, vestuario, souvenirs, aseos, pero todo a lo grande, para poder atender sin grandes colas a todos cuanto necesitan contar con todo lo necesario para una atención o una recuperación rápida.

Al final, al llegar a meta la sensación es indescriptible, uno siente que ha hecho una gran proeza, aunque visto en frío o desde fuera, a través del vídeo que la organización se ha preocupado por colgar en Internet, cuando te ves te das cuenta de que lo haces entre decenas de personas al mismo tiempo que tú, porque es una riada incensante de corredores la que llega a meta. Pero da lo mismo, el objetivo se ha cumplido.

Si en este grupo hay algún protagonista, creo que no hay duda alguna que es Clara Ribes, porque es su primera Maratón, que ha finalizado por debajo de las 4 horas, es su carrera más larga hasta el momento, y además es la primera mujer de Onda que la ha realizado. Y ella sabe que sus 18 compañeros del Club Atletisme Onda compartimos su alegría y su triunfo.

¿Una anécdota? No hay duda: la protagonizada por uno de nuestros corredores, que nos estuvo dando la paliza viernes y sábado con que se encontraba mal, que si dolor de garganta, que si malestar general (parecía el anuncio de un analgésico), que si no sé si podré salir, que me encuentro fatal... Al final decidió salir, porque "ya que he venido..." y claro, aún no nos hemos repuesto del disgusto, porque le salió muy mal la carrera, ya que "solo" pudo hacer algo menos de tres horas... Sin comentarios.

La tarde del domingo fue de descanso, aunque algunos aprovecharon para pasear un poco en plan tranquilo por la ciudad.

Y el lunes el último día en París. Por la mañana más de la mitad de los viajeros nos fuimos tres horas a pasear por el museo del Louvre, para conocer a la señora Gioconda, y darnos un paseito por ese palacio de los reyes de Francia, que impresiona por su tamaño y es imposible de conocer a fondo, por muchos días que te pases en su interior.

Por la tarde camino de vuelta. Pillamos hora punta en la estación central del Metro, en Chatelet-Les Halles, en donde una verdadera riada humana volvía a las 6 de la tarde del trabajo y aquello era una verdadera locura, mucho peor que la propia maratón.

En el aeropuerto de Orly nos esperaba el avión, que nos devolvió a Valencia a las 11 de la noche, y allí estaba el autobús para devolvernos a casa, con un magnífico recuerdo por la experiencia vivida, que algunos de los viajeros ya están deseando que se repita el próximo año.

Londres, Amsterdam, Berlín, Roma... son algunas de las ciudades que se barajan. Hay todo un año por delante para pensarlo y organizarlo. En todo caso sea donde sea, daremos puntual información de lo que se decida.

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